Los problemas de salud mental preocupan cada vez más en la sociedad actual. Algunos de ellos se pueden detectar a través de determinadas conductas que se convierten en indicadores sobre la necesidad de pedir ayuda. Uno de estos comportamientos es la hiperfagia, o lo que es lo mismo, un aumento excesivo del apetito, sin corresponderse con una necesidad fisiológica hacia el alimento.
En este artículo vamos a conocer más acerca de este síntoma que, a menudo, está asociado con trastornos psicológicos.
¿Qué es la hiperfagia?
La hiperfagia es el impulso de comer de manera exagerada, sin tener la necesidad real de consumir tal cantidad de alimento. Es decir, la persona que la padece necesita ingerir grandes cantidades de comida, incluso justo después de haber terminado una de las denominadas “comidas principales” (desayuno, comida, cena).
Y es que, quien padece hiperfagia es incapaz de diferenciar cuándo la sensación de hambre es real o no, teniendo siempre la urgencia de saciar dicho apetito. De esta manera, se pierde el control sobre la ingesta de alimentos, comiendo de manera compulsiva, sobre todo productos grasos o azucarados.
Además, la hiperfagia suele darse de manera continua, es decir, no es algo que suceda de manera puntual, sino que se alarga en el tiempo y de forma repetitiva.
¿Qué causa la hiperfagia?
La hiperfagia es de origen diverso, y es que, entre las causas más habituales que la producen se distinguen diferentes factores psicológicos, fisiológicos e, incluso, neurológicos. A continuación, destacamos algunas de las causas más frecuentes:
- Estrés o situaciones de alta presión emocional.
- Depresión o ansiedad.
- Soledad o aburrimiento, que llevan al conocido como “hambre emocional”.
- Trastornos de la conducta alimentaria, como la bulimia o el trastorno por atracón.
- Desequilibrios hormonales, como el hipertiroidismo, hipoglucemia, diabetes o el síndrome de ovario poliquístico (SOP).
- Alteraciones en hormonas clave que regulan el apetito:
- Insulina elevada, que puede aumentar el deseo de comer.
- Grelina, que estimula el hambre y puede estar aumentada.
- Leptina, cuya resistencia impide que el cerebro perciba saciedad.
- Síndromes neurológicos, como el síndrome de Prader-Willi.
- Privación del sueño, ya que dormir mal puede alterar las hormonas grelina y leptina, responsables de regular el apetito y la sensación de saciedad.
- Uso de ciertos medicamentos.
¿Cuáles son los síntomas de la hiperfagia?
Después de saber qué es y cuáles son sus causas, es momento de tratar los síntomas de la hiperfagia. Estos son los más frecuentes:
- Comer en exceso de forma compulsiva, incluso sin hambre, siendo este el síntoma más evidente para reconocer la hiperfagia.
- Pérdida de control al comer, es decir, no poder parar.
- Preferencia por alimentos azucarados o grasos, o lo que es lo mismo, aquellos que no están considerados especialmente como saludables.
- Ansiedad, culpa o vergüenza después de la ingesta incontrolada.
- Comer rápido, a escondidas o en secreto.
- Hambre constante o sensación de no saciarse.
- Aumento de peso, incluso obesidad.
- Problemas digestivos tras ingerir los alimentos.
Consecuencias de la hiperfagia
La hiperfagia afecta al plano psicológico y físico de la persona.
Entre las consecuencias psicológicas más comunes, se encuentra una baja autoestima, culpa crónica, aislamiento social y depresión.
Por otro lado, entre las consecuencias físicas más habituales de la hiperfagia están el aumento de peso, la obesidad, los trastornos metabólicos - como la hipertensión o la resistencia a la insulina - y las alteraciones digestivas, como el reflujo.
¿Cómo se puede tratar la hiperfagia?
Para tratar la hiperfagia existen diferentes tratamientos dependiendo de la causa que la produzca. De esta manera, es necesario contar en primera instancia con la ayuda de un profesional en psicología, quien podrá establecer un diagnóstico acertado y devolver el bienestar físico y emocional a la persona.
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